JOÃO TELES atelier 

en colaboración con Bernardo Alvarado

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Erguido sobre el frente norte del terreno, un majestuoso árbol de parota —de 14 metros de altura— se alza como guardián silencioso del paisaje y punto de partida conceptual del proyecto. Emblema de la región y símbolo de arraigo, este árbol centenario no solo da sombra, también proyecta memoria, cobijo y sentido de pertenencia.

La parota, también conocida como guanacaste, del náhuatl cuáhuitl nacaztli (“árbol de oreja”), inspira tanto la forma como el alma de la vivienda. Su fruto —una vaina curva, de presencia fuerte y simétrica— guía la distribución arquitectónica de la casa: un eje central vacío, como el interior del fruto, a partir del cual se despliegan los espacios, envolviendo el núcleo con suavidad y coherencia.

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La zona de día (estancia, comedor y cocina) y la zona de noche (recámaras y baños) se organizan a partir de este vacío, un patio central que representa el corazón de la vivienda: el lugar de encuentro, luz y vida. Este gesto central no solo facilita la ventilación cruzada y el contacto con la naturaleza inmediata, sino que también establece un diálogo emocional con la forma orgánica del fruto que le da nombre.

Casa Parota es el resultado de un proceso tan natural como la siembra: una cosecha de años de esfuerzo y cuidado por parte de una familia. Así como las ramas de la parota acogen al ganado, a las aves y a quienes buscan descanso bajo su sombra, la casa se plantea como un refugio cálido, generoso y profundamente enraizado con su entorno.

Cada línea, cada curva, busca integrarse a la topografía, respetar al árbol existente y rendir tributo a los abuelos —figuras que, como la parota, protegen, sostienen y hacen florecer la vida a su alrededor.

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Casa Parota es hogar, es legado, es territorio hecho arquitectura.

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Proyecto:

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Año de Proyecto: 

Año de Construcción

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Área de Construcción:​

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Equipo:

Diseño de Interiores:

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